El relato que leeréis a continuación lo escribió Charly, uno de los socios de nuestra asociación, a raíz de una campaña de mega dungeon que dirigió escrita para el juego Aventuras en la Marca del Este: La Llamada de los Dioses, también conocida como La Caja Negra. Aquí os dejamos enlace por si queréis curiosear: https://lamarcadeleste.com/la-caja-negra

El relato trata sobre dos pnjs que lxs pjs se encuentran bien avanzada la historia.

«Uriel y Däriel». Ilustración realizada por Carlos M. Piñero.

Nacidos en la lejana ciudad de Florisel, Uriel y Däriel nunca estuvieron predestinados a estar juntos. Sus corazones debían romperse. Su amor estaba condenado a desaparecer. Su abnegación no encontraría otro final que la desdicha.

¿Puede el amor romper las cadenas del destino? La respuesta es sencilla. No. Pero entonces, ¿No se puede escapar a lo que nos depara? Ah, esa es una pregunta muy diferente. Y diferente puede ser la respuesta. Al menos, para aquellos que estén dispuestos a pagar el precio.

Uriel era la hija menor de Galindel y Faräe, consejeros directos del Rey Kimelin de Valion. Galindel había sido en varias ocasiones el paladín personal de Su Majestad el Rey, habiendo defendido su honor o habiendo luchado como representante suyo, entre otros menesteres. Faräe había dedicado la mayor parte de su larga vida al estudio de la magia arcana, llegando a ser considerado una gran hechicera, máxima autoridad en el estudio de los astros del cielo.

Es por todo esto, que el destino de Uriel estaba marcado desde antes de su alumbramiento. Sus padres la amaban por encima de todas las cosas, y querían para su hija toda la libertad que su situación de privilegio le permitiera tener. Así, la joven pudo elegir la espada por delante de la magia y el estudio, estudiando con los mayores maestros de Esmeril.

Es el momento ahora de contar la historia de Däriel. Huérfano a causa de la guerra, desde niño albergó en su interior la semilla de la oscuridad, pues ése es el fruto de los conflictos armados. Däriel demostró desde muy tierna edad gran inclinación hacia el arte del combate cuerpo a cuerpo. Su complexión, musculosa y poco grácil en comparación con la de sus compañeros, le permitía enarbolar armas mayores que las que podían manejar sus iguales. Además, sus hombros estaban preparados para soportar un peso superior al que otros de su edad podrían portar, por lo que aprendió a combatir encofrado en una armadura pesada, algo impropio de un elfo.

Como huérfano, fue la Corona quien se hizo cargo de su manutención y sufragó su educación, que apuntaba a la mediocridad. No obstante, un guerrero de sus características fue rápidamente reclutado por el Maestro Sirael, quien tenía ya bajo su tutela a otra joven.

Uriel y Däriel pasaron así largos años juntos, llegando a cultivar la más peligrosa planta que crece en todo Valion: la peligrosa zarza a la que todo el mundo llama Amor.

Uriel habría de casarse al cumplir la mayoría de edad con algún noble de la corte del Rey, mientras que Däriel terminaría engrosando las filas del ejército de Esmeril una vez hubiera terminado su entrenamiento. Ese era el destino que los Dioses habían escrito para los jóvenes que, bajo la luz de la Luna mientras el Maestro Sirael dormía, daban rienda suelta a su amor y su pasión.

Uriel y Däriel eran más que amigos o amantes, se convertiría en una máquina peligrosa capaz de enfrentarse a casi cualquier adversario. El robusto joven aguantaba cualquier embestida, envuelto en su armadura de pesadas y anchas placas del mejor acero que su maestro pudo pagar. Parapetado tras un gran escudo de acero, sus estocadas eran escasas pero certeras. Si el enemigo rodeaba al corpulento elfo, Uriel entraba en acción. Era capaz de caminar por el más denso de los bosques sin ser vista, oída u olida. Su manejo de la espada curva y la daga, una en cada mano, era excelente y sus elecciones en el campo de batalla, incuestionables.

Cuando aquellos que rodeban al primero se percataban de la intervención de la segunda, ya habían caído la mitad de los atacantes y el pánico cundía irremediablemente.

Varias aventuras, misiones y encargos fueron llevadas a cabo por la pareja, que vivía cada día como si fuera el último, temerosos de la llamada al deber por parte de la familia de Uriel, o de que el Maestro Sirael decidiera que nada más podía enseñarles o pedirles.

Hasta que llegó su última misión. Un culto a Penumbra había sido detectado en las inmediaciones de la cordillera de los Picos del Trasgo. La misión de Uriel y Däriel era encontrar al dirigente de tal grupo y darle muerte, recopilar cualquier información que pudiera ser importante, así como cualquier artilugio o efecto que debiera ser purificado tras su uso en ignotos actos.

La entrada a la cueva estaba pobremente vigilada y ambos combatientes se abrieron paso hasta el corazón de la gruta sin demasiado esfuerzo, pero no estaban preparados para lo que les aguardaba dentro. En el corazón de la montaña, encontraron al sacerdote de Penumbra, totalmente consumido, vacío como la cáscara de un cacahuete. Una gran fisura hendía su cuerpo, desde la frente a la entrepierna. Una negra figura emergía del pobre diablo. Al salir, enarboló dos pesadas cuchillas, sustituyendo a las manos de la criatura, cual pesadas guadañas. Uriel aguantó el envite de la demoníaca figura, que hacía saltar chispas y trozos de metal de su pesado escudo a cada golpe.

Uriel aprovechó la distracción, como siempre, para apuñalar al monstruo. Pero lo que ocurrió a continuación, no había ocurrido nunca antes. La criatura simplemente esquivó el golpe de la elfa, que se repuso con facilidad. La respuesta del ser fue rápida: lanzó un tajo horizontal hacia la cabeza de la elfa; ésta no tuvo los reflejos suficientes y la cuchilla de 2 codos de longitud se hundió en su carne. El golpe potencialmente mortal dejó como resultado una herida que cruzaba su cara, ojos y nariz de lado a lado.

Däriel siguió luchando a brazo partido, mientras que los pensamientos se agolpaban en su mente: no podía mirar abajo, o estaría todo perdido; Uriel podría estar ya muerta, a causa del tajo bestial; no podría vencer solo a la criatura.

Al cabo de unos minutos, incontables heridas chorreaban por el cuerpo del elfo. Su escudo, totalmente destrozado, se podía considerar ya más un estorbo que una protección real. El filo de su espada, destrozado, apenas conseguía hender la negrura de aquel extraño demonio, que se abalanzó sobre Däriel, probablemente por última vez. El corpulento chico cayó de rodillas, aplastado por la potencia de aquellos gruesos brazos a los que estaban unidas sendas cuchillas, que mordieron su piel por enésima vez.

Fue entonces cuando una hoja centelleó en el pecho del monstruo. Al otro lado, Uriel, con su cara cubierta por una cortina de sangre, empujaba su espada curva con ambas manos. “Pensé que no iba a despistarse nunca”, dijo la elfa antes de caer en los brazos de su amigo, compañero y amante. Con un “chof”, el enemigo se dispersó en volutas de humo negro que se despejaron a los pocos instantes. Allí quedaron abrazados Uriel y Däriel, ciega de por vida la primera a causa de las cuchillas de pura negrura de su atacante, consumido por las raíces de la planta de la oscuridad que germinaba en su interior el segundo.

Y fue así que algo puso su atención en ellos. Al fondo de la gruta en la que se hallaban, una figura ignota y horrenda, habló para ellos:

“Valion, el Padre y Traidor, os depara un futuro que caerá sobre vosotros como la hiel lo haría sobre vuestros labios. Roto está vuestro cuerpo, roto estará vuestro corazón. Venid a mí y os daré todo lo que queréis. Seréis el uno para la otra y la otra para el uno. No puedo darte la vista, niña, pero puedo enseñar a ver más allá de la oscuridad que desde hoy se ha apoderado de tu vida. Venid a mí y sed libres al fin ”.

Aquel día Uriel quedó ciega, pero Penumbra le dió una herramienta igual de útil que sus propios ojos. Däriel se arrancó los ojos con sus propias manos para ser como su amada, y el abyecto Dios le entregó a cambio de tan horrible acto un presente. Hoy, Uriel y Däriel sirven a Penumbra y van allí donde se les necesita a hacer lo que se les ordena.

¿Puede el amor romper las cadenas del destino? La respuesta es sencilla. No. ¿Se puede escapar a lo que nos depara? Ah, esa es una pregunta muy diferente. Y diferente puede ser la respuesta. Al menos, para aquellos que estén dispuestos a pagar el precio.

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Hojas de personaje para Leyendas en la Marca del Este
·Uriel (Asesina de nivel 8):
PG: 34
CA: 16
Ataque: +6. Daga +1 (1d4 + 1) / Espada corta +1 (1d6 + 1)
Tesoro: Daga +1, Espada corta +1, Tomo Negro * (compartido con Däriel).

·Däriel (Guerrero de nivel 8):
PG: 68
CA: 21
Ataque: +14. Espada larga +1 (1d8 + 6)
Tesoro: Espada corta +1, Yelmo de la Oscuridad **, Tomo Negro * (compartido con Uriel).

* Tomo Negro: este libro de oscuras tapas de cuero sólo puede ser leído por personas que sufran ceguera, ya sea accidental o intencional, temporal o permanente. Para el resto, sus hojas están en blanco. El libro, leído por un invidente, es una mezcla entre manual de lucha a ciegas y un libro de plegarias y rezos a Penumbra. Así, si un personaje ciego que esté estudiando este libro sube de nivel, hará que su penalizador al combate por ceguera disminuya en 1. Al llegar a una disminución de 4 puntos, el alineamiento del personaje cambiará un paso hacia malvado. Al llegar a una disminución de 8 puntos, cambiará un segundo paso, haciendo caer en las garras de Penumbra incluso al más devoto servidor de Valion.

** Yelmo de la Oscuridad: yelmo mágico que aumenta en 1 la CA de su portador. Es un yelmo cerrado, sin visor, que impide a su portador pueda ver nada.

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Legal bueno

Caótico malvado

Autor Palomew
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